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“De aquí a cinco años tendremos muchos beneficios con los árboles que plantamos”
Publicado en fecha 23-09-2025

Una madre agricultora de Paraguay apuesta a los árboles nativos y especies de rápido crecimiento en su finca para fortalecer la economía y la alimentación de su familia frente a los impactos del cambio climático.
A las familias campesinas del asentamiento Calle 25 de febrero de Capiíbary, departamento de San Pedro, Paraguay, no les afecta tanto el calor extremo, ni las tormentas, ni las heladas ni granizadas. El mayor desafío para ellas y sus cultivos de venta y alimentación son las temporadas de sequía.
“En esas temporadas los cultivos no germinan, si germinan no se desarrollan o lo hacen deficientemente”, explica Ylsa Ramona Vera (42).
Entonces las familias, con enorme experiencia en la agricultura de alimentación, dependen de la capacidad que tengan de generar ingresos económicos.
Venden parte de sus animales, de sus cultivos que lograron resistir o echan mano de la reserva de sus granos, pues persiste la práctica de conservarlos para semilla y para cuando en la chacra no hay buenos resultados.
Muchas personas también buscan trabajo temporal remunerado por jornada.
Los crecientes impactos de la crisis climática vulneran directamente el centro de la economía alimentaria de las familias.
En busca de tierras más fértiles
La familia de Ylsa era originalmente de Yhu, departamento de Caaguazú, desde donde decidieron venir hace 15 años.
“Ahí los cultivos ya no salían bien…y justo acá se empezó a poblar. Mi papá vino primero, encontró un lugar para él. Y después se fue a traernos. Cuando eso era monte acá”, recuerda.
En el presente, su chacra familiar produce maíz, porotos, maní, caña de azúcar, naranja, mandarina, sandía y melón para la mesa familiar.
Aunque también lo consumen, los cultivos de mandioca, batata y piña están más orientados a generar dinero.
Junto con eso, su familia se apoya bastante en sus animales como gallinas, ovejas, cerdos y vacas, como fuente de carne o de dinero.
“Este año por ejemplo están saliendo todo bien los cultivos, tuvimos buen clima, llovió bien. En ese sentido estamos tranquilos”, dice la mujer.
Ella y su marido Catalino son quienes cargan con todos los trabajos en la finca de cinco hectáreas.
Su hija mayor de 23 años sigue sus estudios en Asunción y otras dos (de 15 y 5 años) estudian en la escuela local.
Para la mujer los días arrancan a las 6 AM y conllevan tareas de cuidado y alimentación de su familia; mantenimiento de la casa, alimentación de los animales y trabajos en la chacra como siembra, carpida y cosecha.
Proyecto PROEZA
Ylsa, junto con otras cuatro mujeres y sus familias de Calle 26 de febrero participan del Proyecto Pobreza, Reforestación, Energía y Cambio Climático (PROEZA), iniciativa del Gobierno de Paraguay para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, mitigar y mejorar la capacidad de adaptación a los impactos del cambio climático en comunidades rurales.
La ejecución se realiza a través de una gobernanza de 9 instituciones. El proyecto es liderado por el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), con la cooperación técnica de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el financiamiento del Fondo Verde del Clima (FVC).
Las familias participantes del proyecto eligen uno de los seis modelos agroforestales disponibles, los cuales integran yerba mate, cítricos, árboles nativos o especies de rápido crecimiento, combinados con rubros de autoconsumo.
Durante la etapa de implementación, las familias participantes reciben incentivos por los trabajos de mantenimiento y limpieza de sus fincas; y en el mediano plazo transferencias monetarias condicionadas ambientales.
A lo largo de todo el proceso, las familias reciben acompañamiento por parte de técnicos agrícolas y forestales, quienes les brindan asistencia en la finca, así como capacitaciones e información relacionada con el proyecto.
Además, como parte del proyecto PROEZA, Ylsa recibió la instalación de la cocina eficiente “Tata Piriri”. Estas cocinas reducen el humo y los gases contaminantes, alivian la carga de trabajo doméstico y mejoran la salud y la calidad de vida de las familias participantes.
El 80% de participantes del proyecto son mujeres. En Calle 25 de febrero, todas las participantes son mujeres, señala Ylsa.
Árboles nativos y especies de rápido crecimiento
La familia de Ylsa eligió combinar el cultivo de alrededor de 500 árboles nativos como yvyrapytä, urundey, guayaibí y petereby junto con unos 400 árboles de eucaliptos.
En medio de su plantación de árboles, Ylsa y su familia cultivaron actualmente 15 mil plantas de piña para renta, y anteriormente en el lugar cosecharon sandías y porotos.
El mayor desafío que tuvieron hasta ahora con los cultivos del proyecto fueron las hormigas cortadoras de hoja, pero afortunadamente con el apoyo de los técnicos lograron controlarlas.
“Los eucaliptos actualmente ya alcanzaron los seis metros de altura. Me alegra mucho ver que están creciendo bien y me anima bastante para seguir dedicándome”, dice.
Aunque también asegura que es posible que los resultados del proyecto no sean uniformes hasta el momento en la zona.
“En cinco años tendremos muchos beneficios”
Cuando Ylsa y su familia decidieron mudarse a Capiíbary buscando tierras más productivas, recuerda que en el lugar había todavía monte y animales como venados, y armadillos.
Ahora ya no quedan ni bosques ni fauna silvestre debido al cambio de suelo para chacras y venta de madera, asegura.
La desaparición de estos ecosistemas expone a las familias a los embates climáticos cambiantes.
Afortunadamente, entre las familias del lugar persisten varias prácticas agrícolas, ecológicas y económicas que mitigan estos desafíos, como la asociación de cultivos, la conservación de semillas y la siembra compartida entre vecinos y familia extendida.
Para Ylsa los mayores resultados del trabajo de las familias dentro del proyecto vendrán a mediano plazo, en forma de un fortalecimiento a su economía de alimentación, a través de la disponibilidad de madera, leña, sombra, barreras vegetales y pequeñas islas de montes.
“Calculo que en unos cinco años más tendremos un montecito cerrado en nuestra chacra”, dice.
Les compartimos la revista especial por los 10 años del Consejo Paraguayo de Construcción Sostenible.
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